El catorce de febrero estaba por
llegar y en la vocacional un grupo de estudiantes ofrecía llevar cartas,
chocolates, flores, peluches, canciones, recitar poemas y demás a otros
estudiantes por unos cuantos pesos. La escuela comenzaba a llenarse de globos
metálicos de corazón, impresos con frases como: “te amo”, “me gustas”, “te
quiero”.
También exhibían ramos de flores,
diferentes peluches, aunque destacaban los osos con corazones, los propios
corazones con frases parecidas a las de los globos, flores con carita sonriente
y figuras por el estilo.
Existía la posibilidad de enviar
aquellas cosas a amigos, amigas o personas a las que quisiéramos declararles
nuestro amor.
No faltaban los más excéntricos
que alquilaban una botarga de Winnie The Pooh para llegar con la chica que les
gustaba y pedirles que fueran sus novias. Aquel festejo convertía a la escuela
en una algarabía romántica.
El ansiado día llegó y mi salón no era la excepción para
recibir aquellos detalles. Recuerdo que
recién había comenzado el día académico cuando un grupo de chicos llegó con una
guitarra y entonaron una canción romántica cuyo título no conozco. Acto seguido,
un tipo vestido de traje entró hasta el lugar de una de mis compañeras. Llevaba
un ramo de rosas rojas y un globo rojo que decía “te quiero”. Se hincó ante
ella y le pidió, con lágrimas en los ojos, que fuera su novia.
Ella, con el rostro enrojecido, entre nerviosa y asustada,
dijo que sí. El grupo musical improvisado aplaudió enjundioso, mientras que los
nuevos novios se abrazaban y besaban. El acto, que bien podría ser circense,
concluyó y el grupo musical y el novio, salieron del salón.
Al concluir la clase me acerqué a mi compañera y platicamos:
—
¿Y ese quién era? — le pregunté con intriga
—
Es un chico creo que de quinto —me respondió
dudosa
—
¿Te gusta?
—
No, en realidad ni sé bien su nombre, creo que
se llama Daniel —ambas sonreímos
—
Y ¿por qué aceptaste ser su novia? — yo ya no entendía
nada
—
Bueno, creo que fue muy lindo y detallista al
traerme esto y venir aquí e hincarse para pedírmelo, además todos me miraban,
me dio pena decir que no. —cubrió su cara sonrojada con ambas manos y sonrió tímidamente.
Aquel noviazgo terminó dos meses después. Ella me contó que
había resultado ser muy celoso, además de que nunca terminó por gustarle del
todo.
A partir de ese día y hasta ahora, casi veinte años después,
he visto o sabido de algo parecido. Tipos que aprovechan ese día para, de
manera escandalosa, declarar su amor o pedir matrimonio.
La presión social se hace presente
y las mujeres no se atreven a decir que no. Nuestro sistema, valiéndose de la misógina
por la que es permeada, aplaude cuando una mujer dice “sí” y abuchea cuando
dice “no”.
Imágenes de hombres tristes, a los
que les dijeron que no, son expuestas en los medios sociales, con el título “otro
soldado caído”. Claro, porque se lamentan más por aquel hombre que compró un
ramo de rosas, un peluche y un globo, para presionar a la chica delante de un
grupo social y declararse, que por una chica que, obligada, dice que sí. Aunado
a esto, nos culpan a nosotras diciendo que rechazamos a un buen hombre
romántico y detallista.
Habría que entender que los
regalos en el día comercial de San Valentín, no están mal si de verdad se hacen
con cariño y respeto hacia una persona. Pero hablar de la presión social, de la
que ellos se valen para que ella diga que sí, es un acto violento.
La presión social puede definirse
como: la incapacidad que sufre una persona para mantener su criterio, opinión y
creencias ante la presión de otras personas[1].
Muchas de nosotras hemos sido víctimas de ella y no solo bajo el contexto del
14 de febrero; es una situación que se vive en el trabajo, en la familia, en la
iglesia y un largo etcétera.
Lo triste de este asunto es que
muchos hombres han usado la presión social como estrategia para que la chica no
los rechace. Esta presión trae como consecuencia que la persona obligada experimente
miedo al rechazo, baja autoestima, falta de seguridad. O bien, podría ser que
por ya presentar esos factores, la persona presionada no pueda mantenerse firme
en su decisión y diga lo que todos a su alrededor esperan que diga.
Esta coacción deriva del amor
romántico y la creencia de que él debe declararse de manera que muestre ser
merecedor de ella y ella, confluyendo, no puede rechazarlo, así su historia
terminará en un “felices para siempre”.
Este tipo de declaraciones de
amor delante de muchas personas ha sido constante en nuestra sociedad machista,
sin embargo, es momento de desembarazarnos de ellas y, primero, dejar de lamentar
al hombre que fue rechazado y, segundo, ya no juzgar a la chica que tuvo el
valor de rechazarlo delante de la sociedad, al contrario, habría que aplaudirle
a ella que no cayó en el cuento de este amor romántico.
Además de que, estadísticamente,
este día los moteles están al 95% de su capacidad, ¿se tratará de algún tipo de
chantaje romántico donde muchas mujeres caen sin saberlo y acuden a los hoteles
a tener sexo sin desearlo? No digo que todas, habrá mujeres que sí lo deseen y
hasta sea ellas quienes lo propongan, pero existe otro sector, las mujeres que
solo dicen que sí porque les da pena decir que no. El resultado de esto, suelen
ser embarazos no deseados y/o alguna enfermedad de transmisión sexual.
Las mujeres, estamos en nuestro
derecho de decir sí o no, con base a nuestros deseos, sin ser presionadas ni
juzgadas socialmente. Mucho menos chantajeadas con frases como: “si me amas,
vamos al motel este San Valentín”
Trabajemos por un 14 de febrero digno,
sano y libre para nosotras.
Y a los mal llamados “soldados
caídos”… vayan a terapia, ¡urge!
Nunca lo había pensado así!!
ResponderEliminarQue horrible debe ser que te exhiban frente a una multitud tan grande.