Los platos que no hemos roto

 


“Nueve estaciones del viacrucis de la mujer cargando la cruz del patriarcado” 

Leer este ensayo feminista resulta como una cubetada de agua helada cayendo a toda velocidad y con fuerza sobre la conciencia dormida e impuesta que toda mujer cargamos. Nos permite reflexionar sobre  aquello que las mujeres llevamos sobre los hombros por imposición patriarcal, que nos hace sentir culpables y con una deuda con el sistema. Esta agua helada nos despierta, nos sacude y como toda agua, nos limpia. Ya lo decía Kafka “Un libro debe ser el hacha que rompa el mar congelado dentro de nosotros” y eso es justo lo que logra Camarelli con su ensayo.

El viacrucis que aborda la pluma violeta de Andrea, comienza con “La beba” haciendo una crítica a la primera institución social del Estado: La familia.  Esta primera estación nos permite abordar la construcción del género, cómo es que desde el útero comenzamos a ser adoctrinadas sobre lo que deberíamos ser al nacer, sobre lo que se espera de nosotras. Surge el primer rechazo del hombre hacia la mujer, ya que ellos esperan de alguna manera que el primer hijo sea varón por aquellas ideas preconcebidas que se tienen sobre el género fuerte, protector y además el que puede perseverar el apellido de la familia.

La segunda estación: “la niña” y con ella, la segunda institución: La escuela. ¿Qué pasa cuando las mujeres comenzamos a asistir a la escuela? O, mejor dicho, ¿Desde cuándo nos dieron permiso de ir a la escuela y cómo es que se concibe este derecho en nosotras? Ir a la escuela quizá hoy parezca algo muy normal, pero no fue hasta 1887 que se tiene el registro de la primera mujer en asistir a la universidad y graduarse como médico: Matilde Montoya y en 1917, el Estado establece el derecho a la educación sin distinción de género. Camarelli nos explica con coraje feminista sobre bropropriating, un concepto catalogado hoy como “micromachismo” pero que, cuando analizamos la historia, nos percatamos de que siempre ha sido aplicado contra nosotras. Tal concepto hace referencia al robo del trabajo intelectual realizado por mujeres y apropiado por los varones, tal es el caso de Marx quien, presuntamente, robó su famosa frase a Flora Tristán quien dijo: obreros, son más débiles cuando están divididos. La unión hace la fuerza. Obreros, únanse.

Pero no es el único ejemplo en la historia, Andrea se da a la tarea de explicar claramente este punto y cómo es que lo hemos padecido por tantas décadas sin protestar, hasta ahora, por supuesto. Esta acción ya tiene nombre e intenta ser combatida por el movimiento feminista.

La tercera estación: “La adolescente” y hace una profunda crítica a los medios de comunicación respecto a la proyección del cuerpo de la mujer y como repercuten en problemas alimenticios como anorexia, esto obedece a que la mujer ahora es un cuerpo que debe ser atractivo para satisfacer los deseos sexuales de los hombres. Ahonda en la violencia estética de la que somos víctimas y cómo es que somos forzadas a parecer femeninas. Todo para caber en el sistema patriarcal.

A las mujeres nos hacen proyectar una imagen de sutileza, pureza, finura, limpieza y obediencia. La mujer que se sale de esos preceptos es tachada y señalada como rebelde, puta, rara, machorra y claro, se le recuerda que “así nunca va a encontrar marido”, como si encontrar marido fuera la meta de la mujer.

La cuarta estación: “La mujer trabajadora”. Este capítulo nos abre la puerta a la reflexión, no sin antes pasar por la indignación, sobre el trajo doméstico. Una labor atribuida a las mujeres solo por ser mujeres, una labor que no es retribuida económicamente porque se nos hace creer que las mujeres lo tenemos que hacer por amor. Dicho trabajo incluye también el cuidado de los hijos, por qué quién si no está para cuidarlos. Por otro lado, Camarelli nos ofrece un análisis puntual sobre la condición laboral fuera de casa, por ejemplo, la brecha salarial o lo difícil que resulta para nosotras obtener puestos de poder.

Y aquí me veo obligada a pausar mi redacción sobre el ensayo de Andrea para enfatizar que todas las mujeres hemos recorrido este viacrucis y además lo hemos naturalizado a tal grado que no nos damos cuenta de que se trata de un grillete de acero que no nos permiten avanzar, que sujeta nuestras alas con tal fuerza que puede llegar a cortarlas y aun así con tremendo dolor, lo seguimos considerando natural. Aún hay vestigios de ideologías opresoras que siguen surcando el sendero hasta crear socavones que trastocan nuestros derechos, nuestra dignidad y nuestra libertad.

La quinta estación: La madre. Hasta aquí ya recorrimos el crecimiento de la mujer hasta que su cuerpo se considera apto para engendrar, criar y cuidar a sus hijos. La figura materna se torna romantizada y se concibe a la madre como una figura inmaculada. La función a partir de ahora para la mujer será dedicar su vida al cuidado de sus hijos ya que pertenecen a los deberes femeninos.

La pluma de Andrea no titubea al señalar que las actividades enfocadas al cuidado de los hijos es trabajo no remunerado que realiza la madre o la abuela y ella cuestiona ¿Por qué no pensar en el abuelo para que cuide a los nietos? Se da por hecho que las abuelas serán quienes apoyarán a las hijas en el cuidado de sus hijos. En este caso, el trabajo remunerado no es compatible con el no remunerado, es decir, la mujer que se embaraza normalmente deja de trabajar para dedicarse completamente al cuidado de los hijos y ¿por qué no recibe paga por ello? Por el simple hecho de pensar que es algo que le corresponde hacer.

Las mujeres dejan de trabajar por el embarazo y la crianza y, señala Andrea, después, al querer reincorporarse a la vida laboral tienen que empezar desde cero y esto genera un problema de reintegración. A esto debe aunársele el desgaste emocional y psicológico que implica la maternidad.

La sexta estación: La mujer violentada. Como si no se marcara la violencia contra nosotras en las estaciones anteriores, en este capítulo, Camarelli nos recuerda que la violencia física hacia nosotras comienza en nuestros cuerpos: la cesárea y el mal llamado “parto natural”. Volvemos a las cosas que se atribuyen a las mujeres por ser mujeres. A esto podemos sumarle los comentarios como “eres mala madre” “eres una inútil” y demás. Posteriormente, Andrea nos desglosa cuidadosa pero punzante, los tipos de violencia que se ejercen en contra de nosotras, a saber: violencia psicológica, emocional, patrimonial, económica, sexual, simbólica hasta la violencia que padecemos por la exigencia de nuestros derechos.

En la séptima estación, la autora argentina nos habla de la violencia a control remoto, es el capítulo más íntimo que nos regala la autora al iniciar contando su necesidad de escribirlo para comprenderlo porque fue tal lo que vivió en su matrimonio. No quisiera spoilear el tema ya que yo también me identifiqué con él y concluí que, nuevamente, todas las mujeres la hemos padecido, pero diré que es aquella violencia terminológica que hace que la víctima se paralice y no pueda defenderse, es difícil de detectar y por lo tanto hace que las mujeres no podamos defendernos: la comunicación paradójica en los procesos legales. Se trata de una violencia limpia para someter a la víctima, se reduce en un intento de asesinato psíquico de la mujer.

En la octava estación, Andrea toca un tema difícil de combatir: El amor romántico. Los príncipes: de azules a rojos. Aquí el desglose está enfocado a explicar cómo es que el amor romántico violenta a las mujeres al grado de que podría desembocar en un feminicidio. El esquema de percepción de lo que debería ser una relación heterosexual y todo esto emanado de los medios de comunicación que nos bombardean con esta clase de amor esclavizante, doliente y violento hacia las mujeres.

Y, finalmente, la novena estación: Los cazadores de brujas: lo otro que la mujer no debe ver. Aquí la autora enfatiza en cómo es que el sistema capitalista se aprovecha del trabajo de las mujeres para mantenerse en pie. La violencia, expresa, está dentro del capitalismo y nunca va a estar fuera de él. ¿de qué forma? Primero, aprovechándose del trabajo de la mujer que sostiene el hogar y por ende el sistema; el trabajo no pagado y la tasa de natalidad son claves para el desarrollo de dicho sistema económico. El salario masculino como instrumento para gobernar a las mujeres y de paso hacerles creer su indefensión económica ante la vida. Más se trata de otra naturalización con la finalidad de que la mujer no se dé cuenta de que se trata de una forma de opresión. Sin el trabajo no remunerado de la mujer y las tareas que conlleva a hombros, el sistema en el que muchos hombres se sienten triunfadores, sin excusas, perecería.

Los platos que no hemos roto, una alegoría a la opresión, al camino lleno de sufrimiento directo a la crucifixión de la libertad y los derechos de las mujeres; paradójicamente resulta también un bálsamo que nos alivia al permitirnos reconocer que las mujeres estamos trabajando para derrocar dicho viacrucis. Las nueve estaciones aquí marcadas, son los momentos más significativos para la destrucción física o psicológica de una mujer. Los hechos: las mujeres feministas comenzamos a dejar de recorrer este viacrucis porque hemos adquirido conciencia de lo que significa y queremos luchar por nuestros derechos, libertad y dignidad.

El ensayo de Camarelli resulta pieza indispensable para la emancipación del sistema patriarcal. Es clave para la lucha feminista y es una herramienta para combatir la ideología machista y opresora en la que se desenvuelve nuestra sociedad.

 



 


Comentarios