Últimamente, se ha visibilizado
demasiado la problemática de las niñas desaparecidas en nuestro país. Cada día,
cuando entro a revisar las noticias formales, me entero de que buscan entre dos y
cuatro niñas. La realidad es que, según fuentes periodísticas, son diecinueve las desaparecidas
a diario. No a todas se les da la atención o la viralización en redes sociales
que se les otorga a unas cuantas, no sabría por qué, especulo que se podría
tratar de dinero, de relaciones sociales, políticas, más a ciencia cierta
desconozco por qué unas desapariciones son viralizadas hasta hallar a la
víctima y de otras, no se menciona nada.
Hago la referencia a las Casas vacías, por la novela homónima de
la escritora mexicana Brenda Navarro donde nos cuenta la desaparición de un
niño en el parque mientras jugaba. Todo ese impacto emocional que conlleva no
encontrar a tu hija o hijo, ahí, donde lo dejaste. Por cierto, dicha obra de Navarro, se
considera devastadora y, a la vez, extrañamente esperanzadora.
Más del cuento del que les quiero
hablar hoy es Arrebato infantil,
recién publicado en el libro Inmovilidad de Alejandro Paniagua. Conocí a Ale,
como amistosamente lo llamo, porque es mi profe en el Colegio de Escritores de Latinoamérica.
Un tipo de mentalidad abierta, que ha decidido sacudirse los prejuicios y estar
atento a nuevos aprendizajes. Motivándonos, en cada actividad, para que
confiemos en nosotros, en nuestra voz literaria, en nuestro sueño.
Poseo esta curiosidad de conocer
mejor a las personas de quienes pretendo aprender, por ello adquirí sus libros Tres Cruces, una novela honesta que
retrata la situación del narcotráfico y la violencia en nuestro país; e Inmovilidad, un libro de cuentos. Este último,
lo conseguí en el reciente festival del libro y la rosa. Comencé a leerlo y sus
relatos me cautivaron.
Por eso quiero comentarles sobre “Arrebato infantil” este cuento que
comienza de manera ligera, incluso graciosa, al poner en escena a Alfonso, un
niño que juega a que una de sus muñecas ha sido secuestrada. Alfonso encuentra
una nota donde le dicen que su muñeca, Svetlana Patrovna, volverá solo si no
contacta a ningún G.I. Joe ni a ningún soldadito de plástico.
El cuento se desenvuelve dentro
de la casa del niño y durante las primeras escenas podríamos pensar que Alfonso
tiene mucha imaginación para desarrollar el juego de un secuestro, o quizá ha
sido afectado por los noticieros que seguramente miran sus padres al volver del
trabajo.
Para el rescate le piden tres
millones en efectivo y, Alfonso, con el deseo de volver a ver a su amada muñeca,
junta el dinero de un Monopoly y de un Turista Mundial. Estamos, hasta aquí,
ante un niño con harto ingenio para sus juegos.
El secreto de la historia resulta
estremecedor y al menos a mí, me evocó un escenario lleno de tristeza,
melancolía y desaliento. La piel se me erizó al mirar a Alfonso en la puerta del
cuarto de su hermana, sintiendo su aroma y mirando los juguetes sin nadie que les dé vida.
Por culpa de la situación de
nuestro país: una casa vacía, una niña arrebatada,
Las letras de Paniagua, se me
hicieron nudo en la garganta al descubrir al padre durmiendo sobre la cama
de la niña. Quizá después de tanto llorar, de tanto clamarla, de tanto
esperarla.
Arrebato infantil nos permite conocer la vivencia de dicho suceso tenebroso
al nivel de un niño. Nos preocupamos por la desaparecida, pero y cómo lo viven los que se quedan, cuánto sufren, cómo hacen para intentar recuperar su vida,
si esto fuera posible, claro.
Alfonso repite lúdicamente el
secuestro de su hermana, con la esperanza de un día, volver a verla y besar su
frente.
Nada más actual que este cuento. Dolorosamente
real. Estremecedoramente desolador. Una parte poética de la tragedia...
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