Hoy quiero contarles de un cuento
logrado por una de las más grandes cuentistas y poetas mexicanas, Amparo
Dávila. Una mujer que me cautivó a través de la novela de Cristina Rivera Garza
“La cresta de Ilión”. Sí, así la conocí, siendo un personaje enigmático
de Rivera Garza y dónde la mencionada
obra se desarrolla entre fantasmas y un médico que se aparta cada vez más de su
realidad y claro, Amparo Dávila.
Me dejé seducir por sus versos,
tan fríos y melancólicos, llenos de añoranza y deseos de evasiones; de la misma
manera me estremecí y asusté con sus Árboles
petrificados (1977) de donde resalta “Estocolmo 3”; Con los ojos abiertos (2008); Tiempo destrozado (1959) este último
es dónde aparece el cuento al que le he encendido la luz violeta: “El huésped”.
Hoy vivo enamorada de sus letras.
La obra de Dávila merece ser
desmenuzada por los eternos estudiantes de letras y apreciada por las (os)
lectoras (es) mexicanas (nos), dado el nivel reflexivo poético de sus versos
permeado de un mosaico sentimental y emocional; así como por la atmosfera de misterio y terror que envuelven sus cuentos.
“El huésped” un maravilloso
cuento ambientado en un pueblo pequeño e incomunicado, nos dice la
protagonista, quien refiere una vida no feliz y desdichada, por estar casada
con un ausente marido que continuamente sale de viaje de negocios. Este relato sobresale
como terrorífico por el ente siniestro y lúgubre que un día llega de un viaje acompañando
a su marido. A esta figura pueden dársele varias interpretaciones, más quisiera
resaltar que este análisis va enfocado a la vida de la mujer contemporánea de escritora que me compete.
Vámonos a 1959 donde la vida de
la mujer mexicana se desarrollaba únicamente en el hogar, o al menos era lo
bien visto, no dudo que en ese tiempo ya existiera una mujer con profesión, más
lo que dictaba la buena costumbre era que la mujer tendría que dedicarse
plenamente a la familia, a los hijos y al hogar.
Nuestra protagonista nos cuenta
que al hablar con su marido, este le respondía con una marcada indiferencia. Se
trataba del hombre trabajador que llegaba cansado y malhumorado a casa y que se
ausentaba por varios días excusando viajes de negocios. Ella, entonces, se
dedicaba a coser y a arreglar el jardín. Cuenta que tenía a “Guadalupe” por
empleada doméstica y era quien salía a hacer el mandado. Su única compañía,
dado que vivía aislada.
Dice que al dormir, no podía
cerrar la puerta de la habitación porque su marido, quien muy tarde llegaba,
podría pensar mal. “Que tenía mucho
trabajo, dijo alguna vez. Pienso que otras cosas también lo entretenían…” Si
abstraemos esta imagen preconocida por nuestra sociedad femenina, podremos
crear una nueva y analizar ¿A qué otras cosas se referiría la protagonista? ¿A
otra mujer?… quizá…
Más contiene el cuento una escena
muy triste: “Mi marido no tenía tiempo
para escucharme ni le importaba lo que sucediera en la casa. Solo hablábamos lo
indispensable. Entre nosotros, desde hacía tiempo, el afecto y las palabras se
habían agotado” Estamos ante una relación que quizá, para 1959, únicamente
permanecía por mera apariencia, porque el divorcio era un pecado muy grave.
Avanzamos en la historia y
nuevamente la protagonista nos revela un momento clave para entender que era
una mujer violentada: “Cada día estás más
histérica, es realmente doloroso y deprimente contemplarte así…” Palabras
del marido para hacerle entender que el ente maligno que tanto le asusta, es
inofensivo.
Nos cuenta que a ella le daban
ganas de huir de la casa y de su marido, más explica “… No tenía dinero… Sin amigos ni parientes a quienes recurrir, me
sentía tan sola como un huérfano”
En este punto podemos regresar al
año en curso y encender la luz violeta:
Estamos ante la confesión de una
mujer que vive aislada de la ciudad, de sus amigos y familiares, y, por lo
tanto, no posee una red de apoyo. Dado que no tiene ese “guardadito” que, de alguna
manera, todas las mujeres deberíamos tener por si la relación falla y tenemos
que salir de casa, refleja que el marido no le daba dinero, quizá no le faltaba
nada materialmente, pero no le daba dinero para ella y eso, hoy sabemos, es un
tipo de violencia llamado económica.
El que viva aislada, es un paso
relevante que realiza el agresor para no tener problemas por sus conductas
violentas. Porque bien podría vivir en aquel pueblo aislado, más no hay razón
para no tener relación con amigos y familiares.
La llama “histérica”, la
histeria, según sé, se considera más frecuente en la mujer que en los varones y
refiere un trastorno psicológico que se encuadra dentro de la neurosis. Esto es
violencia psicológica, específicamente “gaslighting”.
El gaslighting es un término relativamente moderno y se usa para
designar un micromachismo el cual hace referencia a cuando el agresor hacer
dudar a la víctima sobre su cordura, percepción, juicio y memoria. Así, la
víctima se sabe mal de sus facultades mentales.
Permanecen en una relación sin
futuro, dado que ella nos cuenta que el afecto se había agotado ¿Por qué no se
divorciaban? Quizá vivían bajo la premisa de “hasta que la muerte nos separe” y en aquellos tiempos era algo que
se tenía que cumplir cabalmente, por ello sabemos de parejas que duraron toda
la vida juntos, más hoy entendemos que no era precisamente por amor.
Más el final del cuento es
esperanzador. Guadalupe se aúna a ella y, aunque se consideran “solas” por no
tener la ayuda de ningún hombre, derrotan al ente maligno que tanto les
atormenta para poder abrazarse y llorar. Las dos triunfaron. Juntas. Hermanadas.
El consuelo, para la protagonista de “El huésped” llega de la mano de otra
mujer.
Dávila se enfocó en la creación
de una historia de terror, lo cual hizo magistralmente, más no pudo evitar
reflejar la condición de vida que tenían las mujeres de su época.
Así, después de este análisis violeta, queda comprobado una vez más que:
“Juntas somos más fuertes”.
Amparo Dávila, cuentos de género fantástico. "Unidas somos más fuertes"
ResponderEliminarAsí es querida, gracias por leerlo.
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