¿Cómo podría ser una fecha de
festejo si al día asesinan a diez mujeres al día? Los feminicidios, producto de
las violencias impunes que vivimos en la gran mayoría de los sectores, siguen
encabezando la lista de muertes violentas de mujeres en nuestro país.
Desde 1977, año en que tuvo lugar
la primera manifestación feminista para denunciar la desigualdad de derecho entre
los sexos, así como la despenalización del aborto y la libertad sexual, las
manifestaciones no han cesado y es que… las violencias y omisiones de derecho,
tampoco.
Todas las mujeres que nos hemos
dado cuenta de las falacias informativas que hay detrás de las noticias
amarillistas donde denuncian a las mujeres que nos manifestamos como: “violentas”,
“destructoras del patrimonio histórico” y demás; sabemos que la lucha feminista
va más allá. Es un diario vivir que nos hace posicionarnos en contra de todo
acto misógino: desde un “chiste” hasta un “feminicidio”.
Un hombre, después de una presentación
de mi libro “Concepto de feminicidio: Reconociendo las violencias que lo
conforman”, se acercó a mí para decirme, con cierto orgullo, que él había sido
criado por su madre y abuela y, por lo tanto, no se consideraba machista. Creo
que no alcanzaba a dimensionar que su problema era por una paternidad ausente. Además,
añadió que estaba en contra de la destrucción de monumentos porque al haber
sido construidos por hombres y por la representación que manifestaba, nosotras
no respetábamos la sangre por la cual habían sido erguidos.
Ciertamente, los monumentos son
una representación social, por ello en las guerras son lo primero que se
destruye y esto, es una guerra. Una lucha constante en contra del sistema
patriarcal que nos oprime, un sistema que se representa perfecto en los nombres
de las calles y, por supuesto, en los monumentos.
Por ello la pinta, por ello la
destrucción. Sí, son un emblema social e histórico, por eso mismo se destruyen,
en cualquier guerra y la feminista, no es la excepción.
Escucho a mucha gente opinar “No
son las formas” “Pitando monumentos no van a conseguir nada”… lo cierto es que
ya hemos conseguido mucho. Por ejemplo: la incomodidad social. Con eso podemos
asegurar que habrá un cambio, paulatino, pero lo habrá y será reflejado en los
nombres de las calles y de los monumentos.
La Glorieta de Colón, dónde se
alzaba la imagen petrificada de Cristóbal Colón, representaba la conquista religiosa
de la que fuimos sujetos como nación. Uno de los Frailes (porque tenía 4) era Pedro
de Gante, quien abrazaba una cruz, símbolo de la evangelización de los indios.
Hace poco, un grupo feminista
decidió quitarlo y, en su lugar, colocar la figura de madera de una mujer con
el puño izquierdo levantado, porta vestido y está pintada de morado. La rebautizaron
como “Glorieta de las mujeres que luchan”. Una efigie actual que representa
mucho mejor la problemática actual que padece México respecto a las
mujeres.
Sin embargo, el grueso de la
población, muy conocedora de la historia, se opuso y criticó el evento valeroso
de las mujeres, demeritando nuestra lucha.
Por eso siguen las
manifestaciones, para seguir visibilizando la falta de libertades, equidad y
derechos que nos siguen siendo negados; como aquellos cuya injerencia es solo
nuestra por tratarse de nuestro cuerpo, todavía quieren decidir por nosotras
aquellas personas que defienden la maternidad forzada; o bien, los grupos que
defienden el sometimiento de la mujer al marido o las ideologías que
manifiestan, retrógradamente, que los hombres poseen mayor capacidad
intelectual y por ende, mayores derechos.
Mientras haya quien siga
manifestando y alardeando de la supremacía masculina, habremos mujeres luchando
por extinguir esas ideas malintencionadas y erróneas.
¡Por un futuro violeta!
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