Al analizar las causas de los feminicidios íntimos, observo
que hay factores que permiten que las mujeres se den cuenta de que están en riesgo
y puedan salir de ese ciclo de violencia. Muchas lo logran, otras,
lamentablemente se quedan en el intento. Hoy les quiero compartir un testimonio
sobre una de esas mujeres con los ovarios bien puestos como para defenderse y
defender a sus hijas de cualquier ataque por parte del hombre que, un día, dijo
amarlas.
Tuve la dicha de platicar con una guerrera, una mujer de suave
mirada y sonrisa pegajosa y además, corrí con la fortuna de que me abriera su
corazón para contarme su historia sobre la violencia que vivió a manos de su exmarido y padre de sus hijas.
“Lo conocí a los dieciséis años, un día que me dirigía a la
escuela de música ubicada en la calle de Matagalpa, en Lindavista. Yo iba desde
Ciudad Azteca y, en ese tiempo, casi no salía de mi casa porque mi mamá me
cuidaba mucho, no dejándome salir. Fíjate que ella también sufrió mucha violencia
por parte de mi papá. –Baja la mirada. –Aquel día que conocí a Ernesto, yo no
podía pasarme la calle, por miedo a los carros y entonces sentí que alguien me
tomó de la mano, volteé y era él. O sea, pero yo no lo conocía, yo creo me vio
que no podía cruzar y por eso me tomó de la mano. Desde ahí ya no se me
despegó. Como me fue a dejar a la escuela, otros días iba por mí y me llevaba
flores. Pero fíjate Moni que cuando nos
conocimos, él me dijo que tenía diecisiete años y después supe que en realidad
tenía veinticinco y hasta ya tenía un hijo…”
Beatriz tiene cuarenta y cuatro años y es maestra de música.
Inspira a niños de nivel básico para que aprendan a tocar algún instrumento. El
arte siempre es coadyuvante para el crecimiento de nuestro intelecto y nuestro
espíritu. Ella lo sabe. Por eso porta con orgullo su profesión.
“… Sí lo veía guapo, pero lo que más me gustaba era que me
sentía protegida por él, porque era más grande que yo…”
Ella no se enamoró de Ernesto. Él se dio a la tarea de
conquistarla, como si las mujeres fuésemos materia disponible para la
conquista, como si los sentimientos hacia otra persona pudieran nacer con
flores y chocolates.
“… Fíjate Moni, que él de niño sufrió violencia y abuso
sexual y su mamá estuvo ausente emocionalmente. Yo creo que por eso se hizo
adicto y después, se convirtió al cristianismo y dejó las drogas. Como yo
también soy cristiana, él me manipulaba a través de la fe que compartíamos…”
Beatriz sonríe. Quizá intenta justificar a aquel hombre
violento por el crimen que padeció. Sin embargo, Infancia NO ES DESTINO, porque
si buscamos apoyo psicológico podemos desarrollar la resiliencia que nos
ayudará a modificar nuestras conductas dañinas hacia las personas o hacia
nosotras mismas.
“… La relación continuó, éramos novios de manita sudada –dice
y desvía la mirada. –yo no estaba tan convencida, pero como te digo que me
sentía protegida por él, acepté continuar con aquella relación, además mi papá,
otro hombre violento, le abrió las puertas de la casa y lo invitó a comer todos
los domingos…”
¡Claro!, pienso, porque el pacto patriarcal se desarrolla en
todas las relaciones y hacia todas las direcciones, en este caso de suegro a
yerno, ambos violentos con sus esposas.
“… Como que yo no me sentía segura de darle “la prueba de
amor” pero pasó porque él me decía que me amaba mucho y ya sabes… después de
eso, él comenzó a prohibirme tener amigos e ir a fiestas. Iba por mí al
bachillerato y no me dejaba ni tener amigas. Yo me sentía asfixiada”.
-Aparte de la protección que sentías que te daba ¿por qué
otra cosa estabas con él? –Le cuestiono y la miro a los ojos, para conocer su
respuesta, sobre todo para que sepa que no será juzgada. Todas las mujeres
estamos puestas en situación de desventaja en el mundo patriarcal en el que nos
desenvolvemos y un acto de amor por mí y por mis pares es no juzgarlas.
“Pues él era muy inteligente, fíjate, trabajo al que iba,
trabajo que le daban. Cosa que le enseñaban, él lo aprendía. Eso sí era muy
inteligente”.
-Te sentías asfixiada ¿Por qué no terminabas la
relación? -Trato de entender porque la
situación de cada mujer es única, pueden coincidir en lo general pero no en lo
particular.
“Sí lo intenté varias veces, pero siempre se ponía muy
violento. La primera vez se subió a un puente y me dijo que se iba a matar si
lo dejaba. Yo me asusté mucho. Llorando le pedía que no se aventara. En otra
ocasión, otra vez se subió a un puente, pero ya no le hice caso y me seguí
caminando, él me alcanzó y me arrinconó contra la pared y comenzó a azotarse
contra la pared hasta que le sangró la cabeza; yo me sentía culpable y me
asustaba…”
Beatriz era una niña, porque a esa edad todavía se necesitan
cuidados y precaución para comenzar a experimentar en la vida sexual y de
pareja. Ella no los obtenía de su madre, quien vivía absorta por la violencia que
su padre ejercía sobre ella, un hombre alcohólico y violento, su madre ocultaba
los golpes, pero en su casa, su mente estaba en otro lado, nunca se preocupó por
platicar con su hija sobre aquella relación que pintaba tortuosa con Ernesto.
“Iba por mí al bachillerato y me celaba de todos, me gritaba
y después se disculpaba con flores. A donde yo iba, él aparecía, yo creía que
era coincidencia, mis amigas decían que él me espiaba y me seguía, pero yo no
les creía”
“Una vez me espanté mucho porque discutimos y yo caminé y él
me persiguió gritando como loco y rompiéndose la camisa”
La semilla del crecimiento profesional germinaba en nuestra
guerrera. Razón por la que comenzó a estudiar música en la escuela Superior de
Música del INBA, ubicada en Coyoacán. Esto le dio un poco de espacio para poder
respirar sin la compañía de Ernesto quien a todos lados iba con ella.
Paralelamente, comenzó la licenciatura en Etnomusicología en la UNAM, esto en
parte por su deseo de superación y en parte por querer escapar del mundo de
violencia que la habitaba. Por un lado, su casa, con su padre alcohólico y por
otro, con Ernesto.
“Duramos ocho años de novios; me manipulaba para tener relaciones sexuales, si yo no quería él se enojaba. A mis veinticuatro me dijo que me casara con él porque quería tener hijos conmigo y formar una familia. Así lo hice. Me casé con él y la pastora me decía que era momento de tener hijos, por eso tuve a mi primera hija. –Hace una pausa –O sea, sí quería ser mamá pero no en ese momento. Me embaracé y la pasé muy mal porque él cada vez se volvía más violento. Se iba cuando quería y regresaba a la casa cuando le daba la gana. Comenzó a hablarme con malas palabras. Cuando nació mi hija él se fue y yo me quedé sola sin dinero. Otro pastor me dijo que no trabajara porque iba a descuidar a mi hija y a mi casa y porque mi marido era la cabeza de la familia. Pero, Moni, yo tenía hambre. Mis pastores me apoyaron y pasó que un día, mis pastores hablaron con nosotros porque querían ayudarnos y ahí me di cuenta de la violencia que padecía porque él se expresó muy mal de mí con ellos”
-Había más responsabilidades porque ya había nacido tu hija…
-Puntualizo.
“Sí. Él no quería trabajar. Yo pensaba que él era mi
cruz y lo tenía que aguantar toda la vida. En la iglesia me decían que orara por
él para que dios lo cambiara”
Me molesta comprobar lo que ya sé. En las iglesias encubren
al hombre violento y le hacen creer a la mujer que debe cargar con él y solamente
orar para que dios lo cambie. Se vuelven cómplices del maltrato hacia la mujer.
“La relación se volvió intermitente. A veces se iba, a veces
estaba en la casa. Yo intentaba que las cosas fueran bien, íbamos a encuentros
de matrimonios para salvar la relación, pero yo le rogaba a dios que me ayudara
a salir de esa situación”
La maestra de música encontró un trabajo que aún conserva: Dar
clases de música en escuelas públicas del Estado de México. Situación que le
permitió mantener a su hija y hacerse independiente. Su segunda hija llegó
porque en esa ocasión deseaba ser madre en ese momento y lo logró. Fue un
embarazo diferente –me cuenta con orgullo. –Yo ya tenía dinero y mi embarazo no
tuvo carencias.
“Como él seguía con que no quería trabajar y a veces se iba
de la casa hasta por tres meses, yo decidí separarme de él y ahora sí, no
volver a verlo. Me costó mucho porque las personas de la iglesia me decían que
era mi familia y cosas así, pero ya había dos niñas de por medio que comenzaban
a padecer por la violencia de él, la grande le tenía miedo y la chiquita se
ponía nerviosa de solo verlo…”
La ayuda que recibió fue por parte de una mujer, la psicóloga
que le ayudó a darse cuenta de lo capaz y poderosa que era como para estar
aguantando a un hombre inestable emocionalmente y además agresivo.
En su nuevo trabajo, Beatriz encontró el amor en una
compañera. Un amor pleno, con altas y bajas pero basado en el respeto. Se manifiesta
feliz y plena porque entre las dos criaron a las niñas y han formado una
familia donde no existen los golpes ni las agresiones verbales. Y así le escribe a su actual amor…
“Estoy pensando que tú eres la respuesta de mis noches
tristes en las que clamaba a Dios por ayuda… eres ese pedacito de cielo donde
me inunda la ternura y el amor…”
¡Gracias Beatriz por abrir tu corazón para que ninguna otra mujer sea víctima de violencia!
💓Testimonio basado en la entrevista con Beatriz
Cervantes, mujer mexicana de cuarenta y cuatro años, madre de dos hijas y
compañera de vida de una persona que no la violenta. Ella dijo NUNCA MÁS y así
ha sido.
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