Beatriz Cervantes. Una guerrera que venció la violencia intrafamiliar.

 

Testimonios (1)


Al analizar las causas de los feminicidios íntimos, observo que hay factores que permiten que las mujeres se den cuenta de que están en riesgo y puedan salir de ese ciclo de violencia. Muchas lo logran, otras, lamentablemente se quedan en el intento. Hoy les quiero compartir un testimonio sobre una de esas mujeres con los ovarios bien puestos como para defenderse y defender a sus hijas de cualquier ataque por parte del hombre que, un día, dijo amarlas.

Tuve la dicha de platicar con una guerrera, una mujer de suave mirada y sonrisa pegajosa y además, corrí con la fortuna de que me abriera su corazón para contarme su historia sobre la violencia que vivió a manos de su exmarido y padre de sus hijas.

“Lo conocí a los dieciséis años, un día que me dirigía a la escuela de música ubicada en la calle de Matagalpa, en Lindavista. Yo iba desde Ciudad Azteca y, en ese tiempo, casi no salía de mi casa porque mi mamá me cuidaba mucho, no dejándome salir. Fíjate que ella también sufrió mucha violencia por parte de mi papá. –Baja la mirada. –Aquel día que conocí a Ernesto, yo no podía pasarme la calle, por miedo a los carros y entonces sentí que alguien me tomó de la mano, volteé y era él. O sea, pero yo no lo conocía, yo creo me vio que no podía cruzar y por eso me tomó de la mano. Desde ahí ya no se me despegó. Como me fue a dejar a la escuela, otros días iba por mí y me llevaba flores. Pero fíjate Moni que  cuando nos conocimos, él me dijo que tenía diecisiete años y después supe que en realidad tenía veinticinco y hasta ya tenía un hijo…”

Beatriz tiene cuarenta y cuatro años y es maestra de música. Inspira a niños de nivel básico para que aprendan a tocar algún instrumento. El arte siempre es coadyuvante para el crecimiento de nuestro intelecto y nuestro espíritu. Ella lo sabe. Por eso porta con orgullo su profesión.

“… Sí lo veía guapo, pero lo que más me gustaba era que me sentía protegida por él, porque era más grande que yo…”

Ella no se enamoró de Ernesto. Él se dio a la tarea de conquistarla, como si las mujeres fuésemos materia disponible para la conquista, como si los sentimientos hacia otra persona pudieran nacer con flores y chocolates.

“… Fíjate Moni, que él de niño sufrió violencia y abuso sexual y su mamá estuvo ausente emocionalmente. Yo creo que por eso se hizo adicto y después, se convirtió al cristianismo y dejó las drogas. Como yo también soy cristiana, él me manipulaba a través de la fe que compartíamos…”

Beatriz sonríe. Quizá intenta justificar a aquel hombre violento por el crimen que padeció. Sin embargo, Infancia NO ES DESTINO, porque si buscamos apoyo psicológico podemos desarrollar la resiliencia que nos ayudará a modificar nuestras conductas dañinas hacia las personas o hacia nosotras mismas.

“… La relación continuó, éramos novios de manita sudada –dice y desvía la mirada. –yo no estaba tan convencida, pero como te digo que me sentía protegida por él, acepté continuar con aquella relación, además mi papá, otro hombre violento, le abrió las puertas de la casa y lo invitó a comer todos los domingos…”

¡Claro!, pienso, porque el pacto patriarcal se desarrolla en todas las relaciones y hacia todas las direcciones, en este caso de suegro a yerno, ambos violentos con sus esposas.

“… Como que yo no me sentía segura de darle “la prueba de amor” pero pasó porque él me decía que me amaba mucho y ya sabes… después de eso, él comenzó a prohibirme tener amigos e ir a fiestas. Iba por mí al bachillerato y no me dejaba ni tener amigas. Yo me sentía asfixiada”.

-Aparte de la protección que sentías que te daba ¿por qué otra cosa estabas con él? –Le cuestiono y la miro a los ojos, para conocer su respuesta, sobre todo para que sepa que no será juzgada. Todas las mujeres estamos puestas en situación de desventaja en el mundo patriarcal en el que nos desenvolvemos y un acto de amor por mí y por mis pares es no juzgarlas.

“Pues él era muy inteligente, fíjate, trabajo al que iba, trabajo que le daban. Cosa que le enseñaban, él lo aprendía. Eso sí era muy inteligente”.

-Te sentías asfixiada ¿Por qué no terminabas la relación?  -Trato de entender porque la situación de cada mujer es única, pueden coincidir en lo general pero no en lo particular.

“Sí lo intenté varias veces, pero siempre se ponía muy violento. La primera vez se subió a un puente y me dijo que se iba a matar si lo dejaba. Yo me asusté mucho. Llorando le pedía que no se aventara. En otra ocasión, otra vez se subió a un puente, pero ya no le hice caso y me seguí caminando, él me alcanzó y me arrinconó contra la pared y comenzó a azotarse contra la pared hasta que le sangró la cabeza; yo me sentía culpable y me asustaba…”

Beatriz era una niña, porque a esa edad todavía se necesitan cuidados y precaución para comenzar a experimentar en la vida sexual y de pareja. Ella no los obtenía de su madre, quien vivía absorta por la violencia que su padre ejercía sobre ella, un hombre alcohólico y violento, su madre ocultaba los golpes, pero en su casa, su mente estaba en otro lado, nunca se preocupó por platicar con su hija sobre aquella relación que pintaba tortuosa con Ernesto.

“Iba por mí al bachillerato y me celaba de todos, me gritaba y después se disculpaba con flores. A donde yo iba, él aparecía, yo creía que era coincidencia, mis amigas decían que él me espiaba y me seguía, pero yo no les creía”

“Una vez me espanté mucho porque discutimos y yo caminé y él me persiguió gritando como loco y rompiéndose la camisa”

La semilla del crecimiento profesional germinaba en nuestra guerrera. Razón por la que comenzó a estudiar música en la escuela Superior de Música del INBA, ubicada en Coyoacán. Esto le dio un poco de espacio para poder respirar sin la compañía de Ernesto quien a todos lados iba con ella. Paralelamente, comenzó la licenciatura en Etnomusicología en la UNAM, esto en parte por su deseo de superación y en parte por querer escapar del mundo de violencia que la habitaba. Por un lado, su casa, con su padre alcohólico y por otro, con Ernesto.

“Duramos ocho años de novios; me manipulaba para tener relaciones sexuales, si yo no quería él se enojaba. A mis veinticuatro me dijo que me casara con él porque quería tener hijos conmigo y formar una familia. Así lo hice. Me casé con él y la pastora me decía que era momento de tener hijos, por eso tuve a mi primera hija. –Hace una pausa –O sea, sí quería ser mamá pero no en ese momento. Me embaracé y la pasé muy mal porque él cada vez se volvía más violento. Se iba cuando quería y regresaba a la casa cuando le daba la gana. Comenzó a hablarme con malas palabras. Cuando nació mi hija él se fue y yo me quedé sola sin dinero. Otro pastor me dijo que no trabajara porque iba a descuidar a mi hija y a mi casa y porque mi marido era la cabeza de la familia. Pero, Moni, yo tenía hambre. Mis pastores me apoyaron y pasó que un día, mis pastores hablaron con nosotros porque querían ayudarnos y ahí me di cuenta de la violencia que padecía porque él se expresó muy mal de mí con ellos”

-Había más responsabilidades porque ya había nacido tu hija… -Puntualizo.

“Sí. Él no quería trabajar. Yo pensaba que él era mi cruz y lo tenía que aguantar toda la vida. En la iglesia me decían que orara por él para que dios lo cambiara”

Me molesta comprobar lo que ya sé. En las iglesias encubren al hombre violento y le hacen creer a la mujer que debe cargar con él y solamente orar para que dios lo cambie. Se vuelven cómplices del maltrato hacia la mujer.

“La relación se volvió intermitente. A veces se iba, a veces estaba en la casa. Yo intentaba que las cosas fueran bien, íbamos a encuentros de matrimonios para salvar la relación, pero yo le rogaba a dios que me ayudara a salir de esa situación”

La maestra de música encontró un trabajo que aún conserva: Dar clases de música en escuelas públicas del Estado de México. Situación que le permitió mantener a su hija y hacerse independiente. Su segunda hija llegó porque en esa ocasión deseaba ser madre en ese momento y lo logró. Fue un embarazo diferente –me cuenta con orgullo. –Yo ya tenía dinero y mi embarazo no tuvo carencias.

“Como él seguía con que no quería trabajar y a veces se iba de la casa hasta por tres meses, yo decidí separarme de él y ahora sí, no volver a verlo. Me costó mucho porque las personas de la iglesia me decían que era mi familia y cosas así, pero ya había dos niñas de por medio que comenzaban a padecer por la violencia de él, la grande le tenía miedo y la chiquita se ponía nerviosa de solo verlo…”

La ayuda que recibió fue por parte de una mujer, la psicóloga que le ayudó a darse cuenta de lo capaz y poderosa que era como para estar aguantando a un hombre inestable emocionalmente y además agresivo.

En su nuevo trabajo, Beatriz encontró el amor en una compañera. Un amor pleno, con altas y bajas pero basado en el respeto. Se manifiesta feliz y plena porque entre las dos criaron a las niñas y han formado una familia donde no existen los golpes ni las agresiones verbales.  Y así le escribe a su actual amor…

“Estoy pensando que tú eres la respuesta de mis noches tristes en las que clamaba a Dios por ayuda… eres ese pedacito de cielo donde me inunda la ternura y el amor…”

¡Gracias Beatriz por abrir tu corazón para que ninguna otra mujer sea víctima de violencia!



💓Testimonio basado en la entrevista con Beatriz Cervantes, mujer mexicana de cuarenta y cuatro años, madre de dos hijas y compañera de vida de una persona que no la violenta. Ella dijo NUNCA MÁS y así ha sido.


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