Anita. Valiente superviviente.

Foto: El Sol de Toluca.
 

-Yo vivía en Veracruz con mi mamá y mi hija que es sordomuda, cuando un vecino, José, me dijo que en el norte había trabajo para mí, yo estaba necesitada porque mi hija necesitaba una operación muy cara y yo no tenía trabajo ¿Vea?

Así comienza a platicarnos Ana Ramírez, mejor conocida como “Anita” sobre su encuentro con su verdugo, quien con el paso del tiempo, del coraje y de la ira, se convirtió en su víctima: Arsenio López.

-Así fue como llegué a Tampico. José me dijo que solo me llevara mis papeles pa poder trabajar y que pronto regresaría a Veracruz con mi hija, mi mamá y harto dinero para el tratamiento de mi hija. No sé ni decirle cómo es Tampico, sé que es parte de la Huasteca, pero no conozco porque a mí me llevaron del aeropuerto a la casa de Arsenio. Cuando llegamos a su casa, José me dijo “Mira, con él vas  a trabajar” yo me acerco y le digo: - A sus órdenes, ¿de qué vamos a trabajar? -¡Siéntate! –Me dice y yo obedezco ¿Vea? –Yo te mandé traer porque a partir de ahora vas a vivir conmigo, vas a ser mi esposa.

Anita posee una mirada vacía; la prisión le ha robado lo más preciado que poseía: convivir con su hija.  

-Desde el primer día con este señor, yo padecí mucha violencia ¿Vea? Él era contratista y diario llegaba tomado y me golpeaba para después violarme. Yo oía la cerradura de la llave y me ponía a temblar porque ya sabía lo que iba a pasar nomás entrara ¿Vea? Él me dejaba encerrada, se iba a trabajar y cerraba con candado las dos puertas que daban a la calle, cerraba las ventanas se llevaba su celular. No podía yo comunicarme con nadie. Nadie venía, nadie se preocupaba por mí ¿Vea? Como a los tres meses de vivir con este señor, resulté embarazada y pues yo decía, “Es mi hijo, sea como sea él, este es mi hijo y me voy a escapar nomás por él”.

Ahora, en el reclusorio, Anita siente la paz que nunca ha sentido afuera. Se rasca la cabeza, suspira mirando por la ventada por donde se cuela un rayo de sol y continúa.

-Ese día, escuché que ya veía y dije “Ay Dios mío” me asomé por la ventana y lo vi venir, tambaleándose y con un cartón de cerveza al hombro, con mucho trabajo abrió la puerta porque no podía, se tambaleaba mucho. Entró, se sentó en la mesa y siguió tomando con la música a todo volumen ¿Vea? Yo me encerré en mi cuarto y como a las nueve de la noche, salí y lo vi parado, a lado de la ventana; le dije “Arsenio, ya acuéstate, estás tomado, te vas a caer” se volteó y me dijo “¿Tú quién te crees para decirme lo que tengo que hacer? Se vino hacia mi y comenzó a patearme, yo nomás me tapaba la pancita pa que no le hiciera daño a mi hijo. Ya cuando se cansó, se fue pa su cuarto, porque él dormía solo; todas las noches se encerraba en su cuarto para dormir ¿Vea?

Anita, palpa los libros de la biblioteca del reclusorio, sonríe porque nunca había contemplado tantos libros juntos.

-Me levanto y me dirijo a su cuarto y me doy cuenta de que la puerta no tiene llave, entonces dije “Ora sí, le voy a pegar a este maldito pa que sienta lo que yo siento” ah, pero, antes, fui al patio de atrás para agarrar algo pa pegarle ¿Vea? Yo tenía la cabeza nublada y agarre la cizalla y me regresé al cuarto. Abrí y lo vi acostado, ya estaba durmiendo. Me le fui encima y le comencé a pegar con la cizalla con todas mis fuerzas ¿Vea? Yo estaba nublada y nada más quería que él sintiera lo que yo sentía cada que me pegaba.

Con el hijo en el vientre de un hombre al que no amaba, Anita únicamente desea regresar con su hija y su mamá y su nuevo bebé. Quiere buscar trabajo en Veracruz y ayudarle a su hija para que tenga una vida normal. Desea regresar al mercado los domingos y sentir el mar con sus pies descalzos. La sentencia fue de veinticinco años. La duda es: ¿Inocente por hacerlo en pro de su vida o culpable por matar a un hombre borracho que la agredía física y sexualmente?

-Le pegué tanto que comenzó a temblar y yo pensé que quería levantarse y golpearme y no podía permitir eso porque dije “ora sí  me mata” ¿Vea? Así que fui a la cocina por el cuchillo con el que cortaba la carne y se lo pasé por el cuello. Después de eso, me dormí, como dos días no supe de mí. Al despertar, me sentía aliviada, descansada, ya no hubo golpes ni un hombre que me violara ¿Vea? Todavía fui a tomar agua y me comí unas tortillas con frijoles. Regresé al cuarto y lo vi, muerto. Olía horrible y comencé a pensar qué es lo que haría para salirme de ahí y regresar a Veracruz. Entonces hice un plan ¿Vea? Se me ocurrió enterrarlo en el patio de atrás, para eso contraté un muchacho pa que me hiciera un hueco en la tierra. Ese muchacho vino y lo hizo, le pagué y se fue, o bueno yo pensé que se había ido ¿Vea? Entro al cuarto por el cuerpo y lo arrastro, como pude, porque pesaba mucho ¿Vea? Lo llevo al patrio de atrás y lo echo en el hoyo y supuse que ya después de eso iba a poder irme a la central de autobuses a tomar un camión pa Veracruz. Regreso a la casa ¿Vea? Y me doy cuenta de que hay mucha sangre en el piso, como un río, haga de cuenta. Entonces puse una cubeta con cloro y me puse a tallar el piso, el agua salía para la calle, pero sí se notaba que llevaba sangre ¿Vea? En eso escucho patrullas, tocan a la puerta y abro y me dice el policía “Señora, que aquí hubo una pelea” “No”, le digo. En eso, volteo y veo al muchacho que me ayudó a cavar el agujero y pus entendí todo.

El hijo de Anita murió al nacer por problemas en el corazón. Ella vive en el reclusorio y ahora, después de meses de maltrato y de sufrir todo tipo de violencias, duerme tranquila. 

 IMPORTANTE: Este relato está inspirado en la historia real de Ana Rojo, quien se encuentra presa en el Penal Femenil de Escobedo, Nuevo León.

 

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