Mujeres, Brujas y Revolución. Un poemario para desfragmentar la figura patriarcal de la mujer.

 



Por: Mónica Maydez.


“Una buena mujer es la que está en casa, haciendo la comida, lavando la ropa, cuidando a mis hijos, esperándome para atenderme, cuidándonos, uniendo a la familia”.
-Un mexicano promedio.


Hace unos días, tuve el honor de recibir el poemario Mujeres, Brujas y Revolución, escrito por Ana María Castellanos, fundadora del colectivo Polisemia en Querétaro; con solo observar la portada, se mira la rebeldía que impregna esta obra. Y me refiero a la rebeldía en el sentido puritano; a mostrar el rechazo por ese sistema que nos ha encasillado como paridoras, madres abnegadas, esposas sumisas, cuerpo perfecto, trabajadoras resignadas, etc.

El movimiento feminista no es nuevo, aunque algunos lo consideren moda, se trata de la lucha por hacernos notar como seres humanos e independientes. Alzamos la voz para obtener el reconocimiento de nuestros derechos y este movimiento tiene como referente a Simone de Beauvoir, filosofa existencialista, cuya obra más representativa de dicho movimiento es El Segundo sexo de 1949. Desde entonces, se han desarrollado capítulos por la defensa de nuestros derechos en distintos episodios de la historia y las mujeres involucradas lo hacemos desde nuestras trincheras, desde nuestras realidades.

Tal es el caso de la poeta Castellanos, en cuya obra plasma su experiencia como mujer dentro de una sociedad machista y opresora. También expresa las experiencias de otras mujeres víctimas de violencia. El poemario refleja valentía (la imagino con la pañoleta violeta haciendo frente a los traicioneros policías que en las marchas nos reprimen); le da voz a nuestro cuerpo y al placer, trata temas tabúes como la masturbación femenina, la menstruación y los gritos de victoria al haber roto las cadenas del patriarcado, que tanto se han prohibido poner sobre la mesa. Los poemas están bañados de erotismo y sensualidad, esto es un bello espejo de la autora.

 ¡Y no!

Lloré hasta ahogar mi llanto
fui objeto, súbdita de ti,
amor romántico, el cautiverio
y acicate de mi razón.
Palpé una dignidad vacía,
miré en ruinas la bugambilia.
Vi, resecos pétalos
embrujados por canto suicida
¡Y no!

Esta mañana rescato fragmentos perdidos
amarro, pego mis corroídos sueños
muevo las cosas de sitio… te cambio de lugar.

Mientras la bugambilia florece
yo tomo café y aprendo a hablar latín.

 

Leer a esta poeta feminista, rebelde, irreverente, sensual y valiente, es equivalente a destrozar la venda de los ojos de aquellas mujeres que aún viven presas del amor romántico y por ende, de la violencia patriarcal.

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