Por: Mónica Maydez.
¿En qué momento se traspasa la delgada línea del amor al odio,
como para asesinar a la mujer que un día juraste amar?
El violentómetro de la Unidad de
Género del Instituto Politécnico Nacional[1]
comienza con violencias que podrían pasar desapercibidas, que están
normalizadas y por eso, las mujeres no lo ven como agresiones que podrían
resultar graves: “bromas hirientes,
chantajes, mentiras, ignorar, celos, culpabilizar…” son ataques, de los que
ya he hablado en artículos anteriores y que constituyen una forma de violencia
hacia las mujeres, bien podría ser psicológica o emocional.
Pues bien, así comienza el
violentómetro que culmina con el asesinato recorriendo el camino de la violencia, aparte de
las ya mencionadas están, por ejemplo: “manosear,
golpear, encerrar, acariciar de manera agresiva, empujar, etc.”
El asesinato del que habla, para
esta cuestión, se tipifica como feminicidio
en nuestro código penal y sí, se diferencia del homicidio. Esto resulta de
las condiciones en que se efectúa dicho asesinato. Hablamos de un homicidio cuando
ocurre por un balazo, una lesión de arma blanca, en una riña entre pandilleros;
incluso está el homicidio culposo, donde se cree que el causante lo provocó de
forma involuntaria.
En el caso del feminicidio es totalmente diferente y no
cuenta con el afán de revictimizar a las víctimas, este término se introdujo en
nuestra legislación por la manera tan violenta de asesinar a las mujeres.
En el norte de nuestro país,
Chihuahua, en 1993 vivimos una ola de violencia hacia las mujeres. Fue el caso
Gonzáles y otras VS. El Estado Mexicano, con el que la Corte Interamericana de
Derechos Humanos promulgó la sentencia en contra del Estado por la falta de
diligencias en las investigaciones relacionadas con la desaparición y asesinato
de tres mujeres (Claudia Ivette González, Esmeralda Herrera Monreal y Laura
Berenice Ramos Monárrez) cuyas formas de asesinato fueron extremadamente
crueles.
Esa ola, no ha parado, hoy México
es el número uno en registro de feminicidios en Latinoamérica. Y justo por eso
se diferencia del homicidio: por la extrema violencia que sufre la víctima
antes de ser asesinada. Generalmente, sufren violencia física de todo tipo, violencia
sexual, humillaciones, mutilaciones corporales, algunos infringen quemaduras,
cortes, etc. todo esto ocurre mientras la víctima aún tiene conciencia para
finalmente, ser privada de la vida y después, sufrir la exposición degradante
de su cuerpo.
Infinidad de casos de feminicidio cuentan con el antecedente de violencia en la pareja, tipos que comenzaron haciéndoles bromas hirientes y fueron subiendo de tono. Ingrid, Isabel, Ximena, Fernanda, Mariana, Danna, Abril, etc... todas ellas comparten en común el antecedente violento por parte de sus parejas o ex parejas… y sí, ellas también pensaron “es un poco agresivo pero no llegaría a matarme” o “no lo creo capaz de algo así” o “me ha cacheteado pero no creo que llegue a hacerme algo peor” o “seguro va a cambiar”…
La violencia, si no se frena,
siempre irá en aumento. Todas las mujeres que han sido víctimas de feminicidio
por parte de sus parejas o ex parejas, creyeron en aquel tipo que juró amarlas
y protegerlas. Le creyeron cuando pidió perdón después de una golpiza y juró no
volver a hacerlo. También ellas confiaron en las promesas de cambio. Minimizaron
el hecho de que las ridiculizara en público; las bromas hirientes, las amenazas
de “juego”, las agresiones sexuales, la restricción económica, etc.
No es que seas una exagerada, a
la primera incomodidad que te provoque su actitud, huye. No hay violencias
pequeñas, todas llevan un trasfondo, todas, un propósito. El violentómetro nos
sirve para ubicar en qué punto se encuentra la violencia padecida. No son pasos
a seguir, la violencia camina a pasos agigantados y puede ir, para que te des
una idea, del chantaje, al golpe, al asesinato. Hay muchas rutas para llegar a
la más extrema forma de violencia ejercida en contra de nosotras.
Recuerda: nada justifica que seas
violentada.
Comentarios
Publicar un comentario